Tuberculosis: causas, síntomas y tratamiento

La tuberculosis (TB) es una enfermedad infecciosa causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis. Afecta principalmente a los pulmones, aunque también puede comprometer otras partes del cuerpo como huesos, riñones, meninges y ganglios linfáticos. Es una de las infecciones más antiguas que se conocen y, aunque hoy en día es tratable, sigue siendo un problema de salud pública en muchas regiones.
La transmisión ocurre por vía aérea, cuando una persona enferma de tuberculosis pulmonar activa expulsa gotículas diminutas al toser, estornudar o hablar. Estas partículas pueden permanecer en el aire durante un tiempo, y al ser inhaladas por otra persona, permitir que la bacteria se aloje en los pulmones. Sin embargo, no todas las personas infectadas desarrollan la enfermedad; algunas presentan tuberculosis latente, en la cual la bacteria permanece inactiva sin causar síntomas, pero con riesgo de reactivarse.
Los principales factores de riesgo incluyen tener un sistema inmune debilitado (por VIH, desnutrición, diabetes, tratamiento con inmunosupresores), vivir en lugares hacinados o con poca ventilación, y estar en contacto frecuente con personas enfermas.
En su forma pulmonar, los síntomas más comunes son tos persistente por más de dos semanas, a veces con sangre en el esputo, dolor en el pecho, fiebre, sudoración nocturna, cansancio extremo y pérdida de peso sin causa aparente. Cuando la tuberculosis afecta otros órganos, los signos dependen del área comprometida.
El diagnóstico se realiza mediante pruebas como la baciloscopia, cultivos, radiografía de tórax y pruebas moleculares rápidas. Detectar la enfermedad de forma temprana es fundamental para iniciar el tratamiento y evitar contagios.
El tratamiento estándar es prolongado, suele durar al menos seis meses y combina varios antibióticos, como isoniazida, rifampicina, pirazinamida y etambutol. La adherencia estricta es clave, ya que interrumpir el tratamiento puede provocar resistencia bacteriana, una de las mayores amenazas actuales.
La prevención incluye la vacunación con BCG en recién nacidos en países con alta incidencia, la detección de casos activos y el tratamiento preventivo de la infección latente en personas con alto riesgo. También es importante mejorar las condiciones de vida, como la ventilación de espacios y la reducción del hacinamiento.
Aunque en gran parte del mundo la mortalidad por tuberculosis ha disminuido gracias a la medicina moderna, la enfermedad sigue afectando a millones de personas cada año. El compromiso global para su erradicación requiere educación, acceso a diagnóstico y tratamiento, y vigilancia constante para evitar la aparición de cepas resistentes.