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La rinitis alérgica es una inflamación de la mucosa nasal desencadenada por una respuesta exagerada del sistema inmunológico ante sustancias que, en la mayoría de las personas, son inofensivas. Estas sustancias se conocen como alérgenos y pueden ser ambientales, estacionales o persistentes durante todo el año. La rinitis alérgica es una de las enfermedades respiratorias más frecuentes en el mundo y afecta a personas de todas las edades.

El mecanismo principal ocurre cuando el organismo identifica un alérgeno como una amenaza. El sistema inmunológico produce anticuerpos llamados IgE que se unen a células especializadas conocidas como mastocitos. Cuando la persona vuelve a exponerse al alérgeno, estos mastocitos liberan histamina y otros mediadores inflamatorios, causando congestión, estornudos y secreción nasal.

Existen dos formas principales de rinitis alérgica. La rinitis alérgica estacional, también llamada fiebre del heno, aparece en determinadas épocas del año, generalmente durante la primavera o el otoño, cuando aumentan los niveles de polen en el ambiente. Por otro lado, la rinitis alérgica perenne ocurre durante todo el año y suele deberse a alérgenos como ácaros del polvo, caspa de animales o moho.

Los síntomas más comunes incluyen estornudos repetitivos, congestión nasal, escurrimiento nasal claro, picazón en la nariz, ojos y garganta, así como lagrimeo. Muchas personas también presentan ojeras alérgicas, dificultad para dormir, disminución del olfato y una sensación de presión o molestia facial. En algunos casos, la tos aparece debido al goteo retronasal.

Entre los desencadenantes más frecuentes se encuentran el polen, los ácaros del polvo, los hongos, la caspa de animales, ciertos químicos aromáticos y, en algunos casos, cambios bruscos de temperatura o contaminación ambiental. En regiones como Yucatán, la humedad y el polvo acumulado en casas y calles pueden intensificar los síntomas.

El diagnóstico se basa principalmente en la historia clínica, la revisión de los síntomas y la identificación de posibles factores desencadenantes. En casos persistentes, se pueden realizar pruebas cutáneas o análisis de sangre para medir los anticuerpos IgE específicos contra ciertos alérgenos.

El tratamiento de la rinitis alérgica tiene varios pilares fundamentales. Los antihistamínicos son esenciales para controlar la picazón y los estornudos. Los corticoides nasales son muy efectivos para reducir la inflamación nasal y la congestión. Los descongestionantes pueden ayudar a corto plazo, pero su uso prolongado no es recomendable. Los lavados nasales con solución salina ayudan a limpiar el moco y los alérgenos. En casos severos, las vacunas de inmunoterapia pueden modificar la respuesta del sistema inmune a largo plazo.

La prevención es clave para mejorar la calidad de vida. Esto incluye evitar la exposición al alérgeno identificado, limpiar con frecuencia espacios cerrados, reducir el polvo, ventilar la casa, lavar la ropa de cama con agua caliente, usar fundas antiácaros y mantener las mascotas fuera de la habitación si son un desencadenante.

Aunque no es una enfermedad grave, la rinitis alérgica puede afectar de forma importante la vida diaria, causando cansancio, insomnio, dificultad en la concentración e incluso agravando otros padecimientos como el asma. Un manejo adecuado permite controlar los síntomas y evitar complicaciones.

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