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La faringitis estreptocócica es una infección aguda de la garganta causada por la bacteria Streptococcus pyogenes, también conocida como estreptococo del grupo A. Es una de las causas más comunes de dolor faríngeo de origen bacteriano y afecta con mayor frecuencia a niños y adolescentes, aunque puede presentarse en personas de cualquier edad. Se caracteriza por un inicio brusco de síntomas, inflamación marcada de la garganta y malestar general intenso.

Esta enfermedad se transmite principalmente por contacto con gotitas respiratorias que una persona infectada expulsa al toser, estornudar o hablar. También puede propagarse al compartir utensilios o vasos. El contagio suele ser más frecuente en ambientes cerrados, escuelas, hogares con varios miembros o estaciones frías en las que las personas permanecen más tiempo en interiores.

Una vez que la bacteria entra en el organismo, se adhiere a la mucosa de la garganta y desencadena una respuesta inflamatoria. Esto provoca síntomas como dolor faríngeo repentino, dificultad para tragar, fiebre elevada, inflamación de amígdalas y, en muchos casos, la aparición de puntos blancos o exudados en la superficie amigdalina. A diferencia de las infecciones virales, la faringitis estreptocócica rara vez causa síntomas como tos, ronquera, congestión nasal o conjuntivitis, lo que ayuda a diferenciar el origen bacteriano.

Los síntomas más comunes incluyen fiebre mayor de 38 °C, dolor intenso al deglutir, sensación de garganta áspera o inflamada, ganglios cervicales aumentados y dolorosos al tacto, mal aliento y malestar general. Algunos pacientes presentan además dolor de cabeza, náuseas o dolor abdominal, especialmente en niños. Un hallazgo típico es la garganta de color rojo brillante y las amígdalas aumentadas de tamaño con exudado blanquecino.

Para confirmar el diagnóstico se emplean pruebas médicas específicas. El estándar clínico más utilizado es la prueba rápida de detección de antígenos del estreptococo, que ofrece resultados en minutos. En casos dudosos o cuando la prueba rápida resulta negativa pero persiste la sospecha clínica, se realiza un cultivo faríngeo, que es más sensible y permite confirmar la presencia de la bacteria.

El tratamiento principal es el uso de antibióticos, entre los que la penicilina y la amoxicilina son la primera elección. Estos medicamentos eliminan la bacteria, acortan la duración de los síntomas, previenen la transmisión y, lo más importante, reducen el riesgo de complicaciones graves. En personas alérgicas a la penicilina pueden utilizarse alternativas como cefalosporinas, clindamicina o macrólidos. Es fundamental completar el tratamiento incluso si los síntomas mejoran rápidamente, para asegurar la erradicación completa de la bacteria.

El manejo de los síntomas también es importante. Se recomiendan analgésicos como paracetamol o ibuprofeno para reducir la fiebre y el dolor, así como una buena hidratación, evitar irritantes como humo o bebidas muy frías, y reposo relativo. Los enjuagues con agua tibia y sal pueden aliviar la incomodidad, aunque no sustituyen al tratamiento antibiótico.

Si no se trata adecuadamente, la faringitis estreptocócica puede provocar complicaciones. Entre las más temidas están la fiebre reumática, que afecta al corazón y articulaciones; y la glomerulonefritis postestreptocócica, que compromete la función renal. También pueden surgir complicaciones locales como abscesos periamigdalinos, sinusitis, otitis media o infecciones profundas del cuello. Estas complicaciones eran más frecuentes antes de la introducción de los antibióticos, pero todavía pueden presentarse si el tratamiento se retrasa o no se completa.

El pronóstico suele ser excelente cuando se trata a tiempo. Los síntomas comienzan a mejorar después de 24 a 48 horas de iniciar el antibiótico, y la mayoría de las personas puede retomar sus actividades normales una vez que la fiebre desaparece. La prevención incluye medidas como lavarse las manos con frecuencia, evitar compartir utensilios y mantener buena higiene respiratoria.

En resumen, la faringitis estreptocócica es una infección bacteriana frecuente, potencialmente seria si no se atiende, pero completamente tratable. Reconocer sus síntomas y buscar atención médica oportuna permite prevenir complicaciones y asegurar una recuperación rápida y segura.

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