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La osteoporosis es una enfermedad metabólica del hueso caracterizada por una disminución progresiva de la densidad mineral ósea y una alteración en la microarquitectura del tejido óseo. Estas modificaciones reducen la resistencia de los huesos, aumentando la susceptibilidad a fracturas incluso con traumatismos mínimos o caídas leves. Se trata de una patología silenciosa y crónica que representa un importante problema de salud pública, especialmente en poblaciones que alcanzan edades avanzadas.

En condiciones normales, el tejido óseo se encuentra en constante remodelación mediante el equilibrio entre dos tipos de células: los osteoclastos, que reabsorben hueso, y los osteoblastos, que forman nuevo tejido. En la osteoporosis, este balance se rompe, predominando la reabsorción ósea sobre la formación, lo que conduce a una pérdida gradual de masa ósea.

Entre los factores de riesgo más relevantes se encuentran la edad avanzada, el sexo femenino, la menopausia precoz, antecedentes familiares de fracturas por fragilidad, bajo índice de masa corporal, deficiencia de calcio y vitamina D, sedentarismo, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, uso prolongado de glucocorticoides y ciertas enfermedades endocrinas como el hipertiroidismo o el hiperparatiroidismo.

La osteoporosis primaria es la más frecuente y está relacionada con el envejecimiento y la pérdida hormonal en la mujer posmenopáusica. La osteoporosis secundaria, en cambio, se asocia a enfermedades crónicas (artritis reumatoide, insuficiencia renal, trastornos gastrointestinales) o al uso de medicamentos que afectan el metabolismo óseo.

Uno de los aspectos más delicados de la enfermedad es que suele avanzar de manera asintomática durante años. Muchas veces, el diagnóstico ocurre tras una fractura por fragilidad, siendo las más comunes en la cadera, la muñeca y las vértebras. Estas fracturas no solo generan dolor e incapacidad, sino que también incrementan de forma significativa la mortalidad en personas mayores.

El diagnóstico de osteoporosis se realiza principalmente mediante la densitometría ósea (DEXA), un estudio que mide la densidad mineral ósea en diferentes zonas del esqueleto, especialmente en la columna lumbar y la cadera. Los resultados se expresan en valores llamados T-score: un T-score igual o menor a -2.5 indica osteoporosis. Además, se pueden utilizar marcadores bioquímicos de remodelación ósea y herramientas clínicas como la escala FRAX, que calcula el riesgo de fractura a 10 años.

El tratamiento de la osteoporosis es multidisciplinario. La base incluye medidas generales como una dieta rica en calcio y vitamina D, exposición solar moderada, abandono del tabaco, moderación en el consumo de alcohol y la práctica regular de actividad física con ejercicios de resistencia y fortalecimiento muscular.

En cuanto al tratamiento farmacológico, los medicamentos más utilizados son los bisfosfonatos (alendronato, risedronato, zoledronato), que disminuyen la reabsorción ósea al inhibir la acción de los osteoclastos. También se emplean fármacos como el denosumab (anticuerpo monoclonal que bloquea el ligando RANKL, fundamental en la activación de osteoclastos), el raloxifeno (modulador selectivo de receptores de estrógeno) y, en casos seleccionados, la terapia hormonal sustitutiva en mujeres posmenopáusicas.

Además, existen tratamientos anabólicos como la teriparatida (análogo de la hormona paratiroidea), que estimula la formación de hueso nuevo y está indicado en pacientes con alto riesgo de fractura. Nuevos medicamentos como el romosozumab, que inhibe la esclerostina, han mostrado resultados prometedores en aumentar la densidad mineral ósea.

La prevención de caídas es un pilar fundamental en el manejo de la osteoporosis. Esto implica adecuar los espacios del hogar, utilizar calzado adecuado, corregir problemas visuales y de equilibrio, y en algunos casos, recurrir a fisioterapia para mejorar la fuerza muscular y la coordinación.

El impacto de la osteoporosis es considerable. Se estima que una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres mayores de 50 años sufrirán una fractura osteoporótica a lo largo de su vida. Las fracturas de cadera son especialmente graves, ya que requieren cirugía y tienen una alta tasa de complicaciones, incluyendo pérdida de autonomía y mortalidad dentro del primer año.

Aunque la osteoporosis no puede curarse completamente, sí puede controlarse y ralentizarse su progresión. La clave está en la detección temprana de los factores de riesgo, la implementación de medidas preventivas desde edades tempranas y el tratamiento oportuno en quienes ya presentan la enfermedad.

La investigación continúa avanzando en terapias innovadoras dirigidas a modular la actividad celular del hueso y mejorar la calidad ósea, no solo la densidad. De esta manera, el enfoque actual busca no solo evitar la pérdida de masa ósea, sino también garantizar que el hueso formado sea fuerte y funcional.

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