Cáncer de hígado: causas, síntomas y tratamiento

El cáncer de hígado es una enfermedad en la que se desarrollan células malignas en los tejidos hepáticos. El tipo más común es el carcinoma hepatocelular (CHC), que representa alrededor del 85-90% de los casos. Otros tipos menos frecuentes incluyen el colangiocarcinoma intrahepático y el hepatoblastoma, este último más común en niños.
Causas y factores de riesgo
El cáncer hepático suele estar asociado a enfermedades que dañan el hígado a largo plazo. Entre las causas principales se encuentran:
- Infección crónica por el virus de la hepatitis B (VHB) o hepatitis C (VHC)
- Cirrosis hepática, ya sea por alcoholismo, hepatitis, enfermedades autoinmunes o hígado graso
- Hígado graso no alcohólico, especialmente en personas con obesidad o diabetes tipo 2
- Exposición prolongada a aflatoxinas (toxinas producidas por hongos que contaminan algunos alimentos)
- Consumo excesivo de alcohol
- Trastornos hereditarios como la hemocromatosis
Síntomas
En etapas tempranas, el cáncer de hígado puede no presentar síntomas evidentes. A medida que progresa, pueden aparecer signos como:
- Dolor en la parte superior derecha del abdomen
- Pérdida de peso sin razón aparente
- Falta de apetito
- Fatiga persistente
- Náuseas y vómitos
- Hinchazón abdominal
- Ictericia (coloración amarilla en piel y ojos)
- Heces pálidas y orina oscura
Tratamientos para el cáncer de hígado
El tratamiento del cáncer de hígado depende del tipo de tumor, el tamaño, la localización, si se ha diseminado, y sobre todo del estado general del hígado (si hay o no cirrosis). A continuación se presentan las principales opciones terapéuticas disponibles:
1. Cirugía
- Resección hepática (extirpación del tumor): se realiza en pacientes con buena función hepática y sin cirrosis avanzada. Es más efectiva cuando el tumor está localizado y no ha invadido vasos sanguíneos.
- Trasplante de hígado: ideal para pacientes con cirrosis avanzada y tumores pequeños (criterios de Milán: uno menor de 5 cm o hasta tres menores de 3 cm). Puede curar tanto el cáncer como la enfermedad hepática subyacente.
2. Terapias locales
- Ablación por radiofrecuencia (ARF): utiliza ondas de calor para destruir las células tumorales. Se aplica en tumores pequeños (menos de 3 cm) y en pacientes que no pueden operarse.
- Ablación con microondas o con alcohol: técnicas similares que también destruyen células tumorales directamente.
- Quimioembolización transarterial (TACE): combina quimioterapia con la obstrucción de los vasos que alimentan el tumor. Es útil en cánceres que no pueden operarse, pero que están localizados.
- Radioembolización (TARE): se usan esferas radiactivas para bloquear el flujo sanguíneo al tumor y liberar radiación directamente en él.
3. Terapias sistémicas
- Terapias dirigidas: medicamentos que atacan mecanismos específicos del tumor. Los más utilizados son:
- Sorafenib
- Lenvatinib
- Regorafenib (segunda línea tras sorafenib)
- Cabozantinib
- Inmunoterapia: medicamentos que activan el sistema inmunológico para atacar al cáncer. Entre los más comunes:
- Atezolizumab + Bevacizumab (combinación aprobada como primera línea en varios países)
- Nivolumab o Pembrolizumab (anticuerpos anti-PD-1, usados en ciertos casos avanzados)
4. Cuidados paliativos
- Se aplican en casos avanzados donde el tratamiento curativo no es posible. El objetivo es aliviar síntomas como el dolor, la fatiga o el malestar abdominal, y mejorar la calidad de vida.
- Incluye medicamentos, apoyo nutricional, control de líquidos (ascitis), y apoyo emocional.
Consideraciones adicionales
- La elección del tratamiento se hace de forma individual, dependiendo de las condiciones específicas del paciente.
- En muchos casos, se requiere la evaluación por un equipo multidisciplinario (oncólogo, hepatólogo, cirujano, radiólogo intervencionista).
El seguimiento y el monitoreo constante son clave para ajustar el tratamiento según la evolución del cáncer y del estado general del paciente.