Trastorno de conducta: causas, síntomas y tratamiento

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El trastorno de conducta (TC) es un trastorno del comportamiento que aparece con mayor frecuencia en la infancia o la adolescencia y se caracteriza por un patrón persistente y repetitivo de comportamientos antisociales, agresivos o desafiantes que violan los derechos de otras personas o las normas sociales apropiadas para la edad. No se trata de simples travesuras o rebeldías propias del desarrollo, sino de conductas graves y continuas que interfieren de forma significativa con la vida familiar, escolar y social del individuo.

Características principales

El trastorno de conducta implica comportamientos que van más allá de lo esperado para la edad y cultura del niño o adolescente. Estos comportamientos suelen clasificarse en cuatro grupos principales:

  1. Agresión hacia personas o animales: Incluye peleas físicas frecuentes, crueldad con animales, intimidación o acoso, uso de armas, y robos con confrontación directa.
  2. Destrucción de la propiedad: Actos de vandalismo, incendios provocados u otros daños intencionados a objetos o estructuras.
  3. Engaño o robo: Mentir constantemente, robar sin enfrentamiento directo (como robar en tiendas) o entrar en propiedades ajenas sin permiso.
  4. Violaciones graves de normas: Fugarse de casa, ausentarse sin justificación de la escuela de forma reiterada o desobedecer reglas importantes en casa o la comunidad.

Causas y factores de riesgo

No existe una única causa del trastorno de conducta. Su desarrollo suele ser el resultado de la interacción entre múltiples factores biológicos, psicológicos y ambientales:

  • Factores genéticos: Puede existir una predisposición hereditaria a los problemas de conducta o a los trastornos del control de impulsos.
  • Factores neurobiológicos: Alteraciones en el funcionamiento del lóbulo frontal (encargado del autocontrol y la toma de decisiones) y desequilibrios en neurotransmisores como la serotonina o la dopamina.
  • Factores familiares: Abuso físico o emocional, negligencia, falta de supervisión, disciplina inconsistente o modelos parentales violentos.
  • Factores sociales: Exposición a violencia, entorno comunitario desfavorable, malas relaciones con compañeros o experiencias tempranas traumáticas.
  • Factores psicológicos: Presencia de otros trastornos mentales como TDAH, ansiedad, depresión o trastornos del apego.

Síntomas comunes

  • Agresividad física o verbal frecuente.
  • Comportamiento cruel con animales o personas.
  • Mentiras repetidas y manipulación.
  • Destrucción deliberada de objetos o propiedades.
  • Conductas delictivas o robos.
  • Fugas del hogar o ausencias escolares sin causa.
  • Falta de remordimiento o culpa tras dañar a otros.

Diagnóstico

El diagnóstico lo realiza un psicólogo o psiquiatra infantil mediante entrevistas clínicas, observación del comportamiento, historial familiar y escolar, y en ocasiones pruebas psicológicas. Para cumplir los criterios del DSM-5, el comportamiento debe ser persistente (al menos 12 meses), repetitivo y provocar un deterioro significativo en la vida del niño o adolescente.

Tratamiento

El tratamiento depende de la gravedad, la edad del paciente y las circunstancias individuales. Generalmente incluye:

  • Psicoterapia individual: Técnicas como la terapia cognitivo-conductual ayudan a mejorar el control de impulsos, el manejo de la ira y las habilidades sociales.
  • Terapia familiar: Mejora la comunicación, la supervisión parental y el establecimiento de límites adecuados.
  • Intervención escolar: Adaptaciones en el entorno educativo y coordinación con maestros.
  • Medicamentos: No existen fármacos específicos para el TC, pero en casos con comorbilidades (como TDAH o depresión) se pueden recetar medicamentos que ayuden a controlar síntomas asociados.
  • Programas comunitarios: Actividades estructuradas que promueven habilidades prosociales y la integración social.

Pronóstico

Con intervención temprana y un tratamiento integral, muchos niños y adolescentes logran mejorar significativamente su conducta y desarrollar relaciones más sanas. Sin embargo, si no se trata, el trastorno puede evolucionar en la adultez hacia un trastorno de personalidad antisocial, por lo que la detección precoz y la intervención son fundamentales.

En conclusión, el trastorno de conducta es un desafío complejo que requiere atención profesional temprana y un enfoque multidisciplinario. La participación activa de la familia, la escuela y los profesionales de la salud mental es clave para que el niño o adolescente pueda alcanzar un desarrollo emocional y social adecuado.

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