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El mutismo selectivo es un trastorno de ansiedad infantil caracterizado por la incapacidad persistente de hablar en ciertos contextos sociales donde se espera que la persona se comunique (por ejemplo, en la escuela), a pesar de poder hacerlo en otros entornos (como en casa con la familia cercana). No se trata de una falta de conocimiento del lenguaje ni de un problema físico para hablar, sino de una inhibición intensa ligada a la ansiedad social.

Características principales

  • Aparece normalmente en la infancia, a menudo entre los 3 y 6 años.
  • El niño o niña habla con normalidad en contextos donde se siente seguro.
  • En situaciones que percibe como exigentes o amenazantes, permanece en silencio incluso si desea comunicarse.
  • El silencio no es voluntario en el sentido estricto: la ansiedad lo bloquea.
  • Puede ir acompañado de lenguaje corporal rígido, mirada evitativa o falta de expresión facial.

Causas y factores de riesgo

  • Ansiedad social: es el factor más común.
  • Temperamento inhibido o tímido desde la primera infancia.
  • Antecedentes familiares de ansiedad.
  • Experiencias traumáticas relacionadas con el habla o el entorno social.
  • Bilingüismo o cambios de idioma en la infancia (el mutismo no se debe al aprendizaje de una segunda lengua, pero el cambio puede ser un detonante si hay ansiedad previa).
  • Trastornos del desarrollo del lenguaje o del habla que generan inseguridad.

Síntomas y señales

  • Silencio persistente en entornos específicos (ej. escuela, actividades sociales).
  • Comunicación normal en el hogar u otros espacios seguros.
  • Evitación de contacto visual.
  • Gestos limitados o lenguaje corporal cerrado.
  • En algunos casos, susurros o respuestas muy breves en lugar de frases completas.
  • Impacto en el rendimiento escolar y en las relaciones sociales.

Diagnóstico

  • Basado en criterios del DSM-5:
    1. Incapacidad constante para hablar en situaciones sociales esperadas.
    2. Capacidad de hablar en otros contextos.
    3. La duración del problema es de al menos un mes (más allá del primer mes escolar).
    4. No se explica por desconocimiento del idioma o trastornos de comunicación.
    5. Interfiere significativamente en la vida social, académica o laboral.
  • El diagnóstico lo realiza un psicólogo o psiquiatra infantil.

Tratamiento

  • Terapia cognitivo-conductual (TCC) adaptada a la edad: exposición gradual a situaciones de habla, técnicas de relajación y refuerzo positivo.
  • Terapia del habla y lenguaje: útil si hay problemas asociados de articulación o fluidez.
  • Trabajo con la familia y la escuela: entrenar a los adultos para crear un entorno seguro y libre de presión.
  • En casos graves o con ansiedad generalizada intensa, se pueden usar medicamentos ansiolíticos o antidepresivos (ISRS), siempre bajo control médico.
  • Enfoques basados en juegos y dramatización para reducir la ansiedad comunicativa.

Pronóstico

  • Con intervención temprana, la mayoría de los niños mejora notablemente y recupera la capacidad de hablar en todos los contextos.
  • Si no se trata, puede prolongarse hasta la adolescencia o adultez, aumentando el riesgo de trastorno de ansiedad social crónico.

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