Luxación Congénita de Cadera (Displasia del Desarrollo de la Cadera)

La luxación congénita de cadera, actualmente denominada displasia del desarrollo de la cadera (DDC), es una alteración estructural en la que la cabeza del fémur no se encuentra bien alineada ni contenida dentro del acetábulo, ya sea desde el nacimiento o en los primeros meses de vida. Puede manifestarse como una simple inestabilidad, una subluxación parcial o una luxación completa.
Este trastorno se produce durante el desarrollo fetal o poco después del nacimiento, y se debe a una combinación de factores mecánicos, hormonales y genéticos. Entre los factores de riesgo destacan la presentación de nalgas en el parto, el oligohidramnios, la laxitud ligamentaria causada por la hormona materna relaxina, el sexo femenino (las niñas se afectan hasta cuatro veces más que los varones) y los antecedentes familiares.
La DDC se clasifica en:
- Cadera inestable: la cabeza femoral puede desplazarse pero permanece dentro del acetábulo.
- Subluxación: desplazamiento parcial de la cabeza femoral.
- Luxación completa: la cabeza femoral está totalmente fuera del acetábulo.
En el recién nacido y lactante pequeño, los signos clínicos más importantes son la limitación de la abducción de la cadera, la asimetría en los pliegues glúteos o femorales, y los resultados positivos en maniobras exploratorias como Ortolani (reduce una cadera luxada y produce un “clic”) y Barlow (desplaza la cabeza femoral fuera del acetábulo). En casos no diagnosticados en la etapa neonatal, pueden aparecer cojera, marcha anómala o discrepancia en la longitud de las piernas.
El diagnóstico debe ser precoz. En menores de seis meses, la ecografía es el método de elección, ya que el hueso aún no está osificado y la radiografía no resulta útil. A partir de los seis meses, la radiografía de pelvis se convierte en la herramienta diagnóstica principal.
El tratamiento depende de la edad y la gravedad:
- Menores de 6 meses: se emplea el arnés de Pavlik, que mantiene las caderas flexionadas y en abducción para favorecer el desarrollo acetabular.
- Entre 6 y 18 meses: se realiza reducción cerrada bajo anestesia, seguida de inmovilización con yeso pelvipédico.
- Mayores de 18 meses o casos no corregidos: requieren cirugía (reducción abierta y, en ocasiones, osteotomías).
El pronóstico es excelente cuando el tratamiento se inicia de forma temprana, con una alta probabilidad de recuperación completa. En cambio, el diagnóstico tardío incrementa el riesgo de secuelas como artrosis precoz, cojera crónica y limitación de la movilidad.
Una detección temprana en las revisiones pediátricas y el seguimiento adecuado son claves para prevenir complicaciones permanentes.