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La angina de pecho es un síndrome clínico caracterizado por dolor o molestia torácica transitoria que aparece cuando el corazón no recibe suficiente sangre oxigenada para satisfacer sus necesidades. Este desequilibrio entre la demanda y el aporte de oxígeno se conoce como isquemia miocárdica. La angina no es una enfermedad por sí misma, sino un signo de enfermedad arterial coronaria, que implica estrechamiento u obstrucción de las arterias que nutren al corazón.

La causa más frecuente de angina es la aterosclerosis coronaria. Con el tiempo, el colesterol, los lípidos y las células inflamatorias se depositan en la pared de las arterias coronarias formando placas ateromatosas. Estas placas hacen que el diámetro interno de la arteria disminuya, reduciendo el flujo sanguíneo. Cuando el paciente realiza un esfuerzo físico, experimenta estrés emocional o presenta un aumento súbito de la demanda cardíaca, el flujo comprometido no logra incrementarse lo suficiente y aparece la isquemia, desencadenando el dolor característico.

La angina se manifiesta típicamente como una presión, opresión o sensación de peso en el centro del pecho. A diferencia de un dolor punzante o localizado, la angina suele ser difusa y a menudo se irradia hacia el brazo izquierdo, el cuello, la mandíbula, los hombros o la espalda alta. Algunos pacientes describen la molestia como si alguien les “apretara” o “pisara” el pecho. Aunque el dolor es el síntoma principal, también pueden presentarse dificultad para respirar, sudoración fría, náuseas, mareo y fatiga inusual.

Existen varias formas de angina. La angina estable es la más frecuente. Se caracteriza por un patrón predecible: aparece con esfuerzo o estrés y desaparece con el reposo o con la administración de nitroglicerina. Este tipo indica una obstrucción coronaria fija y relativamente estable. La angina inestable, en cambio, aparece con menos esfuerzo, en reposo o con episodios más intensos y prolongados. Esta se considera un síndrome coronario agudo y requiere atención inmediata, pues implica ruptura o inestabilidad de una placa aterosclerótica. La angina variante o de Prinzmetal se debe a un espasmo súbito y reversible de una arteria coronaria, generalmente en reposo, y puede causar dolor intenso con cambios transitorios en el electrocardiograma.

El diagnóstico se basa en la historia clínica y en las características del dolor, pero se complementa con estudios. Un electrocardiograma puede mostrar signos de isquemia durante el dolor, aunque en muchos casos es normal en reposo. Las pruebas de esfuerzo ayudan a reproducir la isquemia y evaluar el comportamiento del corazón bajo carga. La ecocardiografía permite observar alteraciones en la contracción del miocardio inducidas por la falta de oxígeno. Otros métodos, como la gammagrafía perfusoria o la tomografía coronaria, ayudan a evaluar la perfusión y la anatomía vascular. El cateterismo cardíaco es la prueba más definitiva, pues permite visualizar directamente las obstrucciones coronarias e incluso tratarlas en el mismo procedimiento.

El tratamiento depende del tipo y severidad. En la angina estable, el objetivo es reducir la demanda cardíaca y mejorar el flujo sanguíneo. Para ello se emplean nitratos, betabloqueadores y bloqueadores de canales de calcio. Estos medicamentos disminuyen la carga de trabajo del corazón, dilatan las arterias y mejoran la oxigenación del miocardio. También se utilizan antiagregantes como la aspirina para reducir el riesgo de formación de coágulos, así como estatinas para controlar el colesterol y estabilizar las placas ateroscleróticas. Cuando existe una obstrucción significativa, se puede realizar una angioplastia con colocación de stent o, en casos complejos, una cirugía de bypass coronario.

La angina inestable requiere manejo hospitalario inmediato con medicamentos más intensivos, vigilancia continua y frecuentemente intervenciones invasivas, dado su alto riesgo de evolucionar a infarto agudo de miocardio. En la angina de Prinzmetal, el tratamiento se centra en evitar el espasmo, por lo que se prefieren los bloqueadores de canales de calcio y nitratos, evitando betabloqueadores que a veces pueden empeorar el cuadro.

La prevención es fundamental. Esto incluye controlar los factores de riesgo como hipertensión, diabetes, colesterol elevado, tabaquismo, sedentarismo y obesidad. Mejorar la alimentación, realizar actividad física regular, reducir el estrés y mantener un peso adecuado disminuyen de manera considerable la progresión de la enfermedad coronaria.

La angina de pecho es un indicio claro de que el corazón no recibe suficiente oxígeno. Aunque puede ser controlada y tratada, siempre debe tomarse con seriedad, ya que puede evolucionar hacia complicaciones mayores si no se aborda a tiempo. Un diagnóstico oportuno y un manejo adecuado permiten a la mayoría de los pacientes llevar una vida estable y funcional.

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