Cistitis intersticial: una enfermedad crónica de la vejiga

La cistitis intersticial (CI), también conocida como síndrome de vejiga dolorosa, es una enfermedad crónica caracterizada por dolor, presión o molestia en la vejiga y la pelvis, acompañada de aumento en la frecuencia y urgencia urinaria, sin que exista una infección urinaria activa. A diferencia de la cistitis común causada por bacterias, en esta afección no hay agentes infecciosos detectables, lo que dificulta su diagnóstico y tratamiento.
Aunque su causa exacta aún no se conoce, se han propuesto varias teorías. Una de las más aceptadas sugiere que existe un daño en el revestimiento epitelial de la vejiga (urotelio), lo que permite que sustancias irritantes presentes en la orina penetren en las capas profundas de la pared vesical, generando inflamación y dolor. Otros factores asociados incluyen alteraciones del sistema inmunológico, liberación anormal de histamina, inflamación neurogénica, disfunción del suelo pélvico e incluso antecedentes de infecciones urinarias repetidas.
La enfermedad afecta principalmente a mujeres entre los 30 y 50 años, aunque también puede presentarse en hombres. Los síntomas suelen desarrollarse gradualmente y fluctuar en intensidad. Los más comunes son dolor pélvico crónico, sensación de presión en la vejiga, urgencia y frecuencia urinaria aumentadas (a veces más de 60 micciones al día) y dolor que se alivia al orinar pero regresa cuando la vejiga se llena nuevamente. Algunas personas también presentan dolor durante las relaciones sexuales y alteraciones del sueño debido a la necesidad frecuente de orinar.
El diagnóstico es complejo, ya que no existe una prueba específica. Se basa en la exclusión de otras causas como infecciones urinarias, cálculos, cáncer de vejiga o endometriosis. Se utilizan estudios como el análisis de orina y urocultivo, ecografía pélvica, cistoscopia con hidrodistensión (para observar el interior de la vejiga) y biopsia en casos necesarios. La presencia de úlceras de Hunner, lesiones características en la pared vesical, puede confirmar el diagnóstico en algunos pacientes.
El tratamiento busca aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida, ya que no existe una cura definitiva. Las medidas iniciales incluyen modificaciones en el estilo de vida y la dieta, evitando alimentos irritantes como café, alcohol, cítricos y alimentos picantes. La fisioterapia del suelo pélvico puede ayudar a reducir el dolor y mejorar el control urinario.
También se utilizan medicamentos orales, como pentosano polisulfato sódico (que repara el revestimiento vesical), antihistamínicos y analgésicos. En casos más graves, se recurre a instilaciones vesicales, donde se introducen fármacos directamente en la vejiga, o a procedimientos quirúrgicos como la fulguración de úlceras. En situaciones excepcionales y severas, se considera la cistectomía (extirpación de la vejiga).
La evolución de la cistitis intersticial es crónica y variable, con períodos de exacerbación y remisión. Aunque puede ser una enfermedad incapacitante, con un enfoque multidisciplinario es posible controlar los síntomas y mejorar significativamente la calidad de vida de quienes la padecen.