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La insuficiencia mitral es una enfermedad valvular del corazón que se caracteriza por el cierre inadecuado de la válvula mitral durante la sístole, lo que provoca un reflujo de sangre desde el ventrículo izquierdo hacia la aurícula izquierda. Este fenómeno altera la dinámica cardíaca normal, ya que en cada contracción una parte del volumen sanguíneo que debería impulsarse hacia la aorta retorna hacia la aurícula, produciendo sobrecarga de volumen tanto en la aurícula como en el ventrículo izquierdo. Con el tiempo, esta sobrecarga conduce a dilatación de cavidades, hipertrofia compensadora y, en casos avanzados, insuficiencia cardíaca.

Las causas de insuficiencia mitral pueden ser diversas. Una de las más frecuentes es la degeneración mixomatosa de la válvula, también conocida como prolapso de la válvula mitral, en la cual las valvas se vuelven redundantes y flácidas, facilitando el reflujo. También puede ser consecuencia de enfermedades reumáticas, que deforman y engrosan las valvas, o de endocarditis infecciosa, que daña el tejido valvular. Otras causas incluyen la cardiopatía isquémica, donde la afectación del músculo papilar por un infarto impide el adecuado funcionamiento del aparato subvalvular, la dilatación del ventrículo izquierdo secundaria a miocardiopatías, que estira el anillo valvular, y el traumatismo torácico, aunque en menor frecuencia.

Desde el punto de vista clínico, la insuficiencia mitral puede permanecer asintomática durante años, especialmente cuando el grado de regurgitación es leve y el corazón logra compensar. Conforme la enfermedad progresa, comienzan a aparecer síntomas de congestión pulmonar, como disnea de esfuerzo, ortopnea y disnea paroxística nocturna. También es común la fatiga, debido a la reducción del gasto cardíaco efectivo. En casos más avanzados, se pueden presentar palpitaciones por arritmias, especialmente fibrilación auricular, que es favorecida por la dilatación de la aurícula izquierda. La evolución prolongada lleva a signos de insuficiencia cardíaca derecha, con edema en extremidades inferiores y congestión hepática.

En la exploración física, el hallazgo más característico es un soplo holosistólico de alta frecuencia, mejor audible en el ápex cardíaco y que se irradia hacia la axila. Puede acompañarse de un primer ruido cardíaco disminuido y de un tercer ruido por la sobrecarga de volumen en el ventrículo izquierdo. El grado de soplo no siempre se correlaciona con la severidad de la regurgitación, por lo que es indispensable recurrir a estudios complementarios.

El diagnóstico de insuficiencia mitral se realiza principalmente con ecocardiografía, que permite evaluar la anatomía de la válvula, cuantificar el grado de regurgitación y valorar el impacto hemodinámico en las cavidades cardíacas. La ecocardiografía transesofágica es especialmente útil en casos de difícil valoración o cuando se planea una intervención quirúrgica. Otros estudios como el electrocardiograma y la radiografía de tórax aportan información adicional sobre el tamaño de la aurícula izquierda, la presencia de hipertrofia ventricular y posibles arritmias.

El tratamiento de la insuficiencia mitral depende de la causa, la severidad y la presencia de síntomas. En los casos leves y asintomáticos, el manejo puede ser únicamente el seguimiento periódico con estudios de imagen. Cuando aparecen síntomas o hay evidencia de disfunción ventricular izquierda, se considera la intervención quirúrgica. La reparación valvular mediante técnicas reconstructivas es la opción preferida en la mayoría de los pacientes, ya que preserva la válvula nativa y ofrece mejores resultados a largo plazo que el reemplazo valvular. Sin embargo, en situaciones en las que la válvula no puede repararse, se recurre al reemplazo con prótesis mecánicas o biológicas. El tratamiento médico se centra en controlar los síntomas de insuficiencia cardíaca con diuréticos, vasodilatadores y, en caso de fibrilación auricular, anticoagulación y control del ritmo o la frecuencia cardíaca.

El pronóstico de la insuficiencia mitral varía de acuerdo con la causa y el momento del diagnóstico. Los pacientes con enfermedad leve y buen control pueden llevar una vida prácticamente normal durante muchos años. En cambio, la regurgitación grave no tratada conduce a remodelado cardíaco irreversible, insuficiencia cardíaca crónica y mayor mortalidad. Por ello, la detección temprana y la decisión adecuada sobre el momento de la intervención quirúrgica son determinantes para mejorar la calidad y la expectativa de vida

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