Hiperglucemia: Causas, síntomas y tratamiento

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La hiperglucemia es una condición caracterizada por un nivel elevado de glucosa (azúcar) en la sangre. Es un signo típico de la diabetes mellitus, tanto tipo 1 como tipo 2, y puede ocurrir cuando el cuerpo no produce suficiente insulina o no la utiliza correctamente. También puede aparecer temporalmente en personas sin diabetes, especialmente en situaciones de estrés físico o enfermedades.

Causas comunes de la hiperglucemia

  • Omisión de dosis de insulina o medicamentos antidiabéticos
  • Alimentación rica en carbohidratos simples o excesiva en cantidad
  • Falta de actividad física
  • Estrés emocional o físico
  • Infecciones, fiebre u otras enfermedades
  • Cambios hormonales que interfieren con la acción de la insulina

Valores de referencia

  • Glucosa normal en ayunas: 70 a 99 mg/dL
  • Hiperglucemia leve en ayunas: mayor a 130 mg/dL
  • Hiperglucemia posprandial (después de comer): mayor a 180 mg/dL

Síntomas más frecuentes

  • Sed excesiva
  • Necesidad frecuente de orinar
  • Fatiga o debilidad general
  • Visión borrosa
  • Dolor de cabeza
  • Pérdida de peso no intencionada
  • Heridas que cicatrizan lentamente

Si no se trata, la hiperglucemia puede progresar y causar complicaciones graves, como cetoacidosis diabética en personas con diabetes tipo 1, o estado hiperglucémico hiperosmolar en personas con diabetes tipo 2. Ambas son emergencias médicas que requieren atención inmediata.

Tratamiento y manejo

El tratamiento se basa en controlar los niveles de azúcar mediante cambios en el estilo de vida y medicación. Las principales medidas incluyen:

  • Monitoreo regular de la glucosa en sangre
  • Dieta saludable y balanceada, con control de carbohidratos
  • Ejercicio físico de forma regular
  • Medicación o insulina según lo indicado por el médico
  • Control de enfermedades concurrentes
  • Educación sobre el manejo de la diabetes y prevención de complicaciones

La prevención y el control adecuado de la hiperglucemia son esenciales para evitar daños a largo plazo en órganos como los riñones, los ojos, el corazón y los nervios. Es importante mantener una comunicación continua con profesionales de la salud para ajustar el tratamiento según las necesidades individuales.

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