Úlcera péptica: causas, mecanismos, manifestaciones clínicas, diagnóstico, tratamiento y prevención

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La úlcera péptica es una enfermedad del aparato digestivo caracterizada por la presencia de una lesión profunda en la mucosa del estómago o del duodeno, que se produce cuando existe un desequilibrio entre los mecanismos de defensa de la mucosa y los factores agresivos, principalmente el ácido gástrico y la pepsina. A diferencia de la gastritis, que implica inflamación superficial, la úlcera péptica supone una pérdida de continuidad más profunda del revestimiento mucoso, capaz de alcanzar capas internas de la pared gastrointestinal y generar complicaciones importantes.

Desde el punto de vista anatómico, las úlceras pépticas se dividen principalmente en úlcera gástrica y úlcera duodenal. La úlcera gástrica se localiza en el estómago, con mayor frecuencia en la curvatura menor, mientras que la úlcera duodenal aparece en el duodeno, sobre todo en su primera porción. Aunque ambas comparten mecanismos similares, presentan diferencias clínicas, fisiológicas y epidemiológicas que influyen en su diagnóstico y manejo.

La causa más frecuente de la úlcera péptica a nivel mundial es la infección por Helicobacter pylori, una bacteria capaz de sobrevivir en el ambiente ácido del estómago. Este microorganismo debilita la barrera protectora de la mucosa gástrica, aumenta la inflamación local y favorece la acción corrosiva del ácido. Otra causa fundamental es el uso crónico de medicamentos antiinflamatorios no esteroideos, como el ibuprofeno, el naproxeno o la aspirina, los cuales inhiben la producción de prostaglandinas que protegen la mucosa gástrica, disminuyendo la secreción de moco y bicarbonato y reduciendo el flujo sanguíneo local.

Existen además otros factores que contribuyen al desarrollo de la úlcera péptica, como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, el estrés fisiológico severo asociado a enfermedades graves, quemaduras extensas o traumatismos, y algunas enfermedades menos comunes como el síndrome de Zollinger-Ellison, en el que se produce una secreción excesiva de ácido gástrico. La predisposición genética y ciertos hábitos alimenticios también pueden influir, aunque no suelen ser causas directas por sí solos.

En cuanto a la fisiopatología, la úlcera péptica se desarrolla cuando los factores agresivos superan a los mecanismos defensivos de la mucosa. El ácido clorhídrico y la pepsina dañan el epitelio, mientras que la inflamación crónica, especialmente en presencia de H. pylori, perpetúa la lesión e impide su adecuada cicatrización. En el caso de los antiinflamatorios, la inhibición de prostaglandinas altera la capacidad de regeneración de la mucosa y la vuelve más vulnerable incluso a concentraciones normales de ácido.

Las manifestaciones clínicas pueden variar de una persona a otra. El síntoma más característico es el dolor epigástrico, descrito como ardor o molestia en la parte superior del abdomen. En la úlcera duodenal, el dolor suele aparecer en ayuno o durante la noche y mejora al comer, mientras que en la úlcera gástrica el dolor puede intensificarse tras la ingesta de alimentos. Otros síntomas frecuentes incluyen sensación de llenura, náuseas, eructos, distensión abdominal y, en algunos casos, pérdida de peso involuntaria.

Las complicaciones de la úlcera péptica pueden ser graves y potencialmente mortales si no se tratan a tiempo. La hemorragia digestiva es la más común y se manifiesta con vómito con sangre, heces negras o anemia. La perforación ocurre cuando la úlcera atraviesa toda la pared del estómago o duodeno, causando un dolor abdominal intenso y repentino que requiere cirugía urgente. Otra complicación es la obstrucción gástrica, secundaria a inflamación o cicatrización, que dificulta el paso de los alimentos.

El diagnóstico de la úlcera péptica se basa en la evaluación clínica y se confirma principalmente mediante endoscopia digestiva alta, que permite visualizar directamente la lesión, tomar biopsias y descartar malignidad, especialmente en las úlceras gástricas. Para detectar la infección por Helicobacter pylori se utilizan pruebas como el test del aliento con urea, el examen de antígeno en heces o la biopsia durante la endoscopia. Los estudios de laboratorio pueden ayudar a identificar anemia u otras complicaciones.

El tratamiento de la úlcera péptica tiene como objetivos aliviar los síntomas, cicatrizar la lesión, erradicar la causa subyacente y prevenir recaídas. En la mayoría de los casos se utilizan inhibidores de la bomba de protones, que reducen de forma eficaz la secreción de ácido gástrico. Cuando existe infección por H. pylori, se indica un esquema de erradicación que combina antibióticos y un supresor de ácido durante un periodo determinado. En pacientes que consumen antiinflamatorios, se recomienda suspenderlos o sustituirlos, cuando sea posible.

La prevención de la úlcera péptica se centra en reducir los factores de riesgo conocidos. Evitar el uso innecesario de antiinflamatorios, dejar de fumar, moderar el consumo de alcohol y seguir adecuadamente los tratamientos prescritos son medidas clave. En personas con antecedentes de úlcera, el control médico periódico y el uso de medicamentos protectores gástricos pueden disminuir el riesgo de recurrencia y complicaciones.

En conclusión, la úlcera péptica es una enfermedad frecuente pero potencialmente grave, cuya aparición resulta del desequilibrio entre los mecanismos de defensa de la mucosa y los factores agresivos del sistema digestivo. Un diagnóstico oportuno y un tratamiento adecuado permiten la curación en la mayoría de los casos y reducen significativamente el riesgo de complicaciones, mejorando de manera notable la calidad de vida del paciente.

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