La Rabia: una enfermedad viral que aún representa un riesgo

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La rabia es una enfermedad viral infecciosa que afecta al sistema nervioso central de los mamíferos, incluyendo a los seres humanos.

Está causada por un virus del género Lyssavirus, perteneciente a la familia Rhabdoviridae.

Se transmite principalmente a través de la saliva de animales infectados, habitualmente por mordeduras.

También puede propagarse cuando la saliva entra en contacto con mucosas o heridas abiertas.

Los principales portadores de la rabia en el mundo son perros, murciélagos, zorros, mapaches y algunos felinos silvestres.

En regiones rurales, el perro sigue siendo la principal fuente de contagio humano.

En áreas urbanas, las campañas de vacunación masiva han reducido significativamente los casos.

Sin embargo, en América Latina, África y Asia sigue siendo un problema de salud pública.

Una vez que el virus ingresa al organismo, se multiplica localmente en el sitio de la mordedura.

Posteriormente viaja por los nervios periféricos hasta alcanzar el sistema nervioso central.

Desde allí se disemina al cerebro, provocando inflamación grave conocida como encefalitis.

El periodo de incubación es variable, generalmente de una a tres meses, aunque puede ser más corto o más largo.

Los síntomas iniciales son inespecíficos, como fiebre, dolor de cabeza, debilidad y malestar general.

En la zona de la mordedura puede aparecer dolor, ardor o parestesias.

Cuando la enfermedad progresa, se manifiestan signos neurológicos graves.

Entre ellos destacan ansiedad, confusión, hiperactividad e insomnio.

Una de las características más conocidas es la hidrofobia, es decir, el miedo o rechazo al agua.

Esto ocurre porque los músculos de la garganta sufren espasmos dolorosos al intentar tragar líquidos.

También puede presentarse aerofobia, miedo a las corrientes de aire.

La enfermedad evoluciona hacia convulsiones, parálisis y finalmente coma.

En casi todos los casos clínicos, la rabia resulta mortal una vez aparecen los síntomas.

Por ello se considera una de las enfermedades más letales conocidas por la humanidad.

El diagnóstico clínico es difícil en etapas tempranas.

Se utilizan pruebas de laboratorio como inmunofluorescencia directa en tejidos o pruebas moleculares.

El tratamiento curativo de la rabia no existe actualmente.

Existen intentos experimentales como el protocolo de Milwaukee, pero con resultados limitados.

La única forma efectiva de evitar la muerte es la profilaxis post-exposición.

Esto incluye la limpieza inmediata y profunda de la herida con agua y jabón.

Después, es fundamental administrar la vacuna antirrábica en una serie de dosis.

En algunos casos se aplica también inmunoglobulina antirrábica para neutralizar el virus.

La prevención antes de la exposición también es posible mediante la vacunación preventiva.

Esto se recomienda para personas en alto riesgo, como veterinarios y espeleólogos.

En animales, la vacunación periódica es la principal medida de control.

Las campañas masivas de vacunación canina han demostrado gran efectividad.

Además, el control poblacional de perros y gatos callejeros es clave.

La educación comunitaria refuerza la importancia de la prevención.

La Organización Mundial de la Salud busca eliminar la rabia humana transmitida por perros para 2030.

Esto implica coordinación internacional, inversión y compromiso político.

Se calcula que cada año mueren cerca de 59,000 personas por rabia en el mundo.

Más del 95% de los casos se dan en Asia y África.

En México, los casos humanos han disminuido notablemente en las últimas décadas.

El país ha sido reconocido por sus avances en control de la rabia canina.

Sin embargo, todavía existen riesgos por transmisión a través de murciélagos.

Estos animales representan un reservorio importante, especialmente en zonas rurales.

La rabia no solo es un problema de salud, sino también un desafío económico.

Las campañas de vacunación y las pérdidas en el sector pecuario generan altos costos.

Además, el miedo al contagio provoca tensiones en comunidades afectadas.

Por ello, se insiste en la importancia de la prevención y la vigilancia epidemiológica.

El mensaje central es claro: la rabia es prevenible.

Ninguna persona debería morir por esta enfermedad en la actualidad.

El acceso a vacunas seguras y efectivas está disponible.

La clave está en aplicarlas oportunamente y mantener el compromiso social.

La rabia sigue siendo un recordatorio de la estrecha relación entre humanos y animales.

Resalta la importancia de la salud pública, la medicina veterinaria y la cooperación global.

Aunque su nombre evoca temor, también representa un reto superable.

Con prevención, educación y acción conjunta, es posible erradicarla de la historia humana.

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