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La silicosis es una enfermedad pulmonar crónica causada por la inhalación prolongada de sílice cristalina, un mineral muy común en el ambiente y presente en materiales como arena, granito, concreto, ladrillo y vidrio. Cuando partículas muy finas de sílice se inhalan repetidamente, llegan a los alvéolos (los sacos microscópicos donde ocurre el intercambio de oxígeno) y desencadenan una reacción inflamatoria que, con el tiempo, produce cicatrización pulmonar irreversible. Esta cicatrización endurece los pulmones, limita la capacidad respiratoria y expone al paciente a complicaciones graves.

La enfermedad se presenta sobre todo en personas que trabajan en actividades industriales que generan polvo fino, como minería, construcción, demolición, manejo de vidrio, fabricación de cemento, corte de piedra, arenado o limpieza con chorro de arena. La exposición constante a estas partículas es la causa principal, y aunque existen normas de protección, la enfermedad sigue ocurriendo en muchos países debido al uso inadecuado de equipo de seguridad o a la larga exposición sin controles ambientales adecuados.

Existen tres formas clínicas de silicosis, dependiendo del nivel e intensidad de exposición. La silicosis crónica es la más común: aparece después de 10 a 20 años de exposición moderada; el daño pulmonar es lento y progresivo. La silicosis acelerada se presenta después de 5 a 10 años, pero con exposiciones más altas, causando cicatrización más rápida. La silicosis aguda, la más peligrosa, aparece después de semanas o pocos meses de exposición masiva: el pulmón se llena de proteínas y líquido, comprometiendo severamente la respiración y pudiendo ser mortal en poco tiempo.

Los síntomas avanzan de manera gradual. Al inicio, el paciente puede estar sin síntomas o presentar solo una ligera falta de aire al realizar esfuerzos. Con el tiempo, aparecen tos persistente, opresión torácica, fatiga, dificultad para respirar incluso en reposo y, en casos avanzados, pérdida de peso y debilidad generalizada. La progresión es permanente: una vez que el tejido pulmonar se cicatriza, no puede volver a su estado normal. Además, los pacientes con silicosis tienen riesgo aumentado de tuberculosis, infecciones respiratorias severas, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y cáncer de pulmón.

El diagnóstico se basa en la historia ocupacional, radiografías de tórax, tomografía computarizada y pruebas de función pulmonar. En las imágenes se observan pequeñas opacidades nodulares características, sobre todo en la parte superior de los pulmones. Las pruebas respiratorias muestran disminución de la capacidad pulmonar y reducción en la eficiencia del intercambio de oxígeno. En casos complejos, se pueden realizar estudios adicionales para descartar otras enfermedades pulmonares.

No existe una cura para la silicosis, ya que el daño pulmonar es irreversible. El tratamiento se centra en frenar la progresión, aliviar síntomas y tratar complicaciones. Se recomienda eliminar por completo la exposición al polvo de sílice, usar broncodilatadores, oxígeno suplementario si es necesario, medicamentos contra infecciones, vacunas respiratorias y programas de rehabilitación pulmonar. En casos extremadamente graves, se puede considerar un trasplante de pulmón.

La prevención es la clave: ventilación adecuada en áreas de trabajo, sistemas de control de polvo, mascarillas de alta filtración (como N95 o superiores), vigilancia médica periódica y capacitación laboral. La silicosis es una enfermedad prevenible y su aparición indica fallas en las medidas de protección ambiental o personal.

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