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La insuficiencia hepática aguda es una afección médica grave en la que el hígado pierde repentinamente su capacidad para funcionar correctamente, generalmente en cuestión de días o semanas, en una persona que no presenta una enfermedad hepática previa. Esta pérdida súbita de función afecta procesos esenciales como la eliminación de toxinas, la producción de proteínas, la coagulación sanguínea y el metabolismo de nutrientes y medicamentos.

Se trata de una emergencia médica que requiere atención inmediata, ya que puede avanzar rápidamente hacia complicaciones potencialmente mortales como la encefalopatía hepática, el edema cerebral o la insuficiencia multiorgánica.

Causas

Las causas más frecuentes de insuficiencia hepática aguda son:

  1. Toxicidad por medicamentos:
    • La más común es la intoxicación por paracetamol (acetaminofén), especialmente cuando se ingieren dosis muy altas o se combina con alcohol.
    • Otros fármacos como antibióticos, anticonvulsivos o antiinflamatorios también pueden provocar daño hepático agudo.
  2. Hepatitis viral:
    • Las infecciones por hepatitis A, B o E son causas importantes en muchas regiones.
    • La hepatitis B, en particular, puede causar insuficiencia fulminante en personas sin daño hepático previo.
  3. Sustancias tóxicas:
    • Consumo de setas venenosas (como Amanita phalloides).
    • Exposición a solventes industriales o metales pesados.
  4. Isquemia hepática:
    • Ocurre cuando el flujo sanguíneo al hígado se interrumpe por shock, insuficiencia cardíaca o sepsis.
  5. Trastornos metabólicos o autoinmunes:
    • Hepatitis autoinmune, enfermedad de Wilson (acumulación de cobre), o alteraciones genéticas en el metabolismo.
  6. Causas idiopáticas:
    • En algunos casos, no se logra identificar la causa exacta.

Síntomas

Los signos y síntomas suelen desarrollarse rápidamente, en cuestión de días. Incluyen:

  • Ictericia: color amarillento de piel y ojos por acumulación de bilirrubina.
  • Dolor abdominal intenso, especialmente en la parte superior derecha.
  • Náuseas, vómitos y pérdida de apetito.
  • Fatiga extrema y debilidad generalizada.
  • Confusión, somnolencia o cambios en el comportamiento, indicativos de encefalopatía hepática (acumulación de toxinas en el cerebro).
  • Sangrados anormales o moretones fáciles, debido a la disminución de factores de coagulación.
  • Hinchazón abdominal (ascitis) y, en etapas más graves, edema cerebral.

Diagnóstico

El diagnóstico se basa en la historia clínica, exploración física y pruebas de laboratorio. Entre los estudios más comunes se incluyen:

  • Pruebas de función hepática: niveles de bilirrubina, transaminasas (ALT, AST), fosfatasa alcalina y albúmina.
  • Tiempo de protrombina (TP) o INR: mide la capacidad de coagulación, que suele estar prolongada.
  • Análisis de amoníaco en sangre: se eleva en casos de encefalopatía.
  • Ecografía o tomografía del hígado: para descartar obstrucciones o tumores.
  • Serologías virales: para detectar hepatitis A, B o E.
  • Biopsia hepática: en algunos casos, para determinar la causa exacta del daño.

Tratamiento

El tratamiento depende de la causa y del grado de daño hepático, pero siempre debe realizarse en un hospital con unidad de cuidados intensivos o de trasplante hepático.

1. Medidas generales:

  • Hospitalización inmediata.
  • Control de líquidos, electrolitos y glucosa.
  • Monitoreo constante del estado neurológico.
  • Prevención de infecciones, sangrados y edema cerebral.

2. Tratamiento específico según la causa:

  • Intoxicación por paracetamol: administración temprana de N-acetilcisteína (NAC), que neutraliza el efecto tóxico del fármaco.
  • Hepatitis viral: manejo de soporte y antivirales en casos de hepatitis B o E.
  • Hepatitis autoinmune: tratamiento con corticoides.
  • Enfermedad de Wilson: uso de agentes quelantes del cobre.
  • Ingesta de setas venenosas: carbón activado y medidas de desintoxicación.

3. Trasplante de hígado:

Cuando el daño es irreversible o el hígado no se recupera con tratamiento médico, el trasplante hepático es la única opción curativa. Los criterios para determinar la necesidad de trasplante incluyen alteraciones graves en la coagulación, niveles elevados de bilirrubina, encefalopatía avanzada y falla multiorgánica.

Complicaciones

La insuficiencia hepática aguda puede provocar:

  • Encefalopatía hepática (acumulación de toxinas en el cerebro).
  • Edema cerebral con riesgo de herniación.
  • Insuficiencia renal aguda (síndrome hepatorrenal).
  • Trastornos hemorrágicos graves.
  • Infecciones sistémicas y sepsis.
  • Shock y fallo multiorgánico.

Pronóstico

El pronóstico varía según la causa y la rapidez con que se inicie el tratamiento.

  • Los casos por paracetamol pueden tener buen pronóstico si se tratan pronto con N-acetilcisteína.
  • En cambio, los casos asociados a hepatitis viral o tóxicos pueden evolucionar rápidamente hacia la muerte sin trasplante.
    La mortalidad sin trasplante puede superar el 60%, pero con atención intensiva y trasplante, la supervivencia puede alcanzar más del 80%.

Prevención

  • Evitar la automedicación y no exceder las dosis recomendadas de paracetamol o medicamentos hepatotóxicos.
  • Vacunarse contra la hepatitis A y B.
  • Evitar el consumo de alcohol en exceso.
  • No consumir hongos o plantas silvestres no identificadas.
  • Usar protección adecuada en trabajos con productos químicos o tóxicos.

En conclusión, la insuficiencia hepática aguda es una urgencia médica que puede progresar rápidamente a la muerte si no se trata a tiempo. Su detección temprana, el tratamiento inmediato de la causa y la evaluación para trasplante son fundamentales para salvar la vida del paciente.

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