IMG_7782
Spread the love

La hepatitis autoinmune (HAI) es una enfermedad inflamatoria crónica del hígado en la que el sistema inmunológico ataca por error las células hepáticas, provocando daño progresivo, fibrosis e incluso cirrosis si no se trata a tiempo. A diferencia de las hepatitis virales, no es causada por virus ni por infecciones, sino por una respuesta inmunitaria anómala del propio organismo.

Causas y factores de riesgo

La causa exacta no se conoce completamente, pero se cree que una combinación de predisposición genética y factores ambientales desencadena la respuesta autoinmune. Entre los posibles desencadenantes se incluyen:

  • Infecciones virales previas (como hepatitis A, B o C).
  • Algunos medicamentos (por ejemplo, minociclina, nitrofurantoína o interferones).
  • Factores hormonales: afecta principalmente a mujeres jóvenes o de mediana edad.
  • Predisposición genética (asociación con genes del sistema HLA).

Tipos de hepatitis autoinmune

  1. Tipo 1:
    • Es el más común.
    • Se caracteriza por la presencia de anticuerpos antinucleares (ANA) y antimúsculo liso (ASMA).
    • Puede aparecer a cualquier edad.
  2. Tipo 2:
    • Menos frecuente.
    • Predomina en niños y adolescentes.
    • Se detectan anticuerpos anti-LKM1 (microsomas hepatorrenales).

Síntomas

La enfermedad puede desarrollarse de forma lenta y silenciosa o de manera aguda.

Los síntomas más comunes son:

  • Fatiga persistente y debilidad general.
  • Dolor o molestia en el costado derecho del abdomen.
  • Ictericia (color amarillo en piel y ojos).
  • Orina oscura y heces claras.
  • Náuseas, pérdida de apetito y peso.
  • Picazón en la piel.
  • En etapas avanzadas: ascitis (líquido abdominal), sangrados fáciles y confusión mental (encefalopatía hepática).

Diagnóstico

Se realiza mediante una combinación de estudios clínicos y de laboratorio:

  • Análisis de sangre: muestran elevación de enzimas hepáticas (ALT, AST) y aumento de inmunoglobulina G (IgG).
  • Pruebas de autoanticuerpos: ANA, ASMA, anti-LKM1, entre otros.
  • Biopsia hepática: confirma el diagnóstico y evalúa el grado de inflamación y fibrosis.
  • Descartar otras causas de daño hepático, como hepatitis viral, alcoholismo o enfermedades metabólicas.

Tratamiento

El objetivo del tratamiento es controlar la respuesta inmune y prevenir el daño hepático.

  1. Corticosteroides (prednisona o prednisolona): reducen la inflamación y suprimen la actividad autoinmune.
  2. Azatioprina: inmunosupresor que se usa junto a los esteroides para mantener el control a largo plazo.
  3. Alternativas (en casos resistentes): micofenolato mofetilo, ciclosporina o tacrolimus.
  4. Trasplante hepático: indicado cuando hay cirrosis avanzada o falla hepática fulminante.

El tratamiento suele durar varios años o incluso de por vida, ya que suspenderlo puede causar recaídas.

Pronóstico y cuidados

Con un tratamiento adecuado, la mayoría de los pacientes logra remisión completa o control prolongado de la enfermedad. Sin embargo, la falta de diagnóstico o tratamiento puede conducir a cirrosis, insuficiencia hepática o cáncer de hígado.

Se recomienda:

  • Evitar el consumo de alcohol y medicamentos hepatotóxicos.
  • Mantener controles médicos y análisis periódicos.
  • Llevar una dieta equilibrada y descansar lo suficiente.
  • Vacunarse contra hepatitis A y B si no se está inmunizado.

Conclusión

La hepatitis autoinmune es una enfermedad crónica pero controlable, que requiere vigilancia médica constante. Su detección temprana y adherencia al tratamiento son esenciales para conservar la función hepática y asegurar una buena calidad de vida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *