Esofagitis eosinofílica: una inflamación crónica del esófago

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La esofagitis eosinofílica es una enfermedad inflamatoria crónica del esófago, caracterizada por la acumulación anormal de eosinófilos —un tipo de glóbulo blanco— en la mucosa esofágica. Esta afección se ha identificado en las últimas décadas como una de las principales causas de dificultad para tragar, especialmente en niños y adultos jóvenes.

El esófago es el tubo que conecta la garganta con el estómago, y su función es permitir el paso del alimento de manera coordinada. En condiciones normales, la mucosa esofágica no contiene eosinófilos. Sin embargo, en esta enfermedad, el sistema inmunológico responde de forma exagerada ante ciertos alérgenos, como alimentos o sustancias inhaladas, provocando una inflamación persistente.

Aunque la causa exacta no se conoce completamente, la esofagitis eosinofílica está estrechamente relacionada con las alergias alimentarias y ambientales. Entre los desencadenantes más comunes se encuentran la leche de vaca, el trigo, el huevo, la soya, el maní, los frutos secos, los pescados y los mariscos. También se ha observado que algunos pacientes presentan rinitis alérgica, asma o dermatitis atópica, lo que sugiere un vínculo con enfermedades alérgicas sistémicas.

Los síntomas varían según la edad. En los niños pequeños, puede manifestarse como vómitos frecuentes, rechazo a ciertos alimentos o dificultad para ganar peso. En adolescentes y adultos, los signos más típicos son la disfagia (dificultad para tragar) y la impactación alimentaria, es decir, cuando la comida queda atascada en el esófago. Otros síntomas incluyen dolor torácico no relacionado con el corazón, acidez persistente que no mejora con antiácidos y sensación de que los alimentos se “pegan” al pasar.

El diagnóstico requiere una endoscopia digestiva alta, procedimiento mediante el cual se observa el interior del esófago y se toman biopsias. En estas muestras se identifican los eosinófilos infiltrando la mucosa. Visualmente, pueden observarse anillos concéntricos, surcos longitudinales, placas blanquecinas o estrechamientos, aunque en algunos casos el esófago parece normal.

La esofagitis eosinofílica es una enfermedad crónica y su manejo se centra en controlar la inflamación y prevenir el daño estructural. Si no se trata, puede provocar cicatrices, estenosis (estrechamiento del esófago) y dificultad progresiva para tragar.

El tratamiento se basa en tres pilares fundamentales: la dieta, los medicamentos y, en algunos casos, los procedimientos endoscópicos.

En el enfoque dietético, se puede optar por eliminar los alimentos más asociados a reacciones alérgicas. Una de las estrategias más usadas es la “dieta de eliminación empírica de seis alimentos”, que excluye leche, trigo, huevo, soya, maní/frutos secos y pescados/mariscos. Luego se reintroducen gradualmente, observando cuáles provocan la reaparición de los síntomas. En otros casos, se utilizan fórmulas elementales, especialmente en niños, que contienen nutrientes en su forma más simple para evitar reacciones.

El tratamiento farmacológico incluye el uso de corticoides tópicos (como fluticasona o budesonida) administrados en forma de aerosol que se traga en lugar de inhalarse. Estos medicamentos reducen la inflamación local sin los efectos secundarios de los corticoides sistémicos. También se pueden utilizar inhibidores de la bomba de protones (IBP), no solo para controlar la acidez, sino porque algunos pacientes responden favorablemente a ellos, aunque no tengan reflujo ácido.

En los casos en que el esófago presenta un estrechamiento severo, se realiza una dilatación endoscópica, procedimiento que ensancha el esófago para permitir el paso adecuado de los alimentos. Sin embargo, esta medida no trata la inflamación de fondo, por lo que debe combinarse con otras terapias.

A nivel inmunológico, se están investigando tratamientos biológicos dirigidos a bloquear las sustancias responsables de atraer eosinófilos, como la interleucina-5 o la interleucina-13. Estos fármacos podrían representar una alternativa eficaz en pacientes que no responden a los tratamientos convencionales.

La evolución de la esofagitis eosinofílica es variable. En algunos pacientes, los síntomas pueden controlarse completamente con dieta y medicamentos; en otros, persisten brotes recurrentes. Por ello, el seguimiento médico a largo plazo es esencial.

El diagnóstico temprano es clave para evitar complicaciones y mejorar la calidad de vida. Los pacientes deben aprender a reconocer los alimentos o situaciones que desencadenan los síntomas y mantener una comunicación constante con su gastroenterólogo y su alergólogo.

En conclusión, la esofagitis eosinofílica es una enfermedad inflamatoria crónica de origen inmunoalérgico que afecta la función del esófago. Aunque no tiene cura definitiva, con un manejo adecuado se pueden controlar los síntomas, prevenir complicaciones y mantener una alimentación saludable. La clave está en la detección temprana, la adherencia al tratamiento y la educación del paciente para vivir plenamente a pesar del diagnóstico.

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