Trastorno de Despersonalización: una desconexión con la realidad interna

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El trastorno de despersonalización es una alteración psicológica que se caracteriza por una sensación persistente o recurrente de estar separado del propio cuerpo, pensamientos o emociones. Quien lo padece suele describirlo como si se observara desde fuera, como si fuera un espectador de sí mismo. No se trata de una simple distracción ni de un estado pasajero; es una experiencia profunda y angustiante que puede afectar la percepción de identidad y la conexión con la realidad.

Las personas con este trastorno suelen expresar que sienten su cuerpo, voz o movimientos ajenos, como si pertenecieran a otra persona. A veces, pueden percibir el entorno como irreal, borroso o sin vida, fenómeno conocido como desrealización, que suele presentarse junto con la despersonalización. Estas experiencias generan miedo, ansiedad e incluso la sensación de estar “perdiendo la razón”. Sin embargo, a diferencia de los trastornos psicóticos, quienes lo padecen mantienen intacto el juicio de realidad: saben que lo que sienten no es real, aunque la sensación sea intensa.

El trastorno de despersonalización puede aparecer de forma repentina o gradual. En muchos casos, surge a raíz de situaciones de estrés extremo, trauma psicológico o consumo de sustancias psicoactivas. También puede presentarse como síntoma en otros trastornos mentales, como la depresión mayor, la ansiedad generalizada, el trastorno de pánico o el trastorno de estrés postraumático. La despersonalización actúa como un mecanismo de defensa del cerebro ante una sobrecarga emocional: la mente “se desconecta” del cuerpo y de las emociones para protegerse del dolor o del miedo excesivo.

Entre los síntomas más comunes se encuentran:

  • Sensación de estar fuera del cuerpo, como si se observara desde arriba.
  • Pérdida del control sobre los propios movimientos o palabras.
  • Dificultad para reconocer el propio reflejo en el espejo.
  • Sensación de irrealidad del entorno o de las personas.
  • Emociones embotadas o ausencia de respuesta emocional.
  • Alteraciones en la percepción del tiempo, que parece ir más lento o más rápido.

El diagnóstico requiere descartar causas médicas y neurológicas, como epilepsia o efectos secundarios de medicamentos. Un psiquiatra o psicólogo clínico puede identificarlo mediante entrevistas y escalas específicas. Es importante diferenciar entre episodios breves de despersonalización —que muchas personas pueden experimentar bajo estrés intenso o privación del sueño— y el trastorno persistente, donde los síntomas interfieren significativamente con la vida diaria.

En cuanto al tratamiento, no existe una cura específica, pero sí estrategias eficaces para reducir los síntomas. La terapia cognitivo-conductual (TCC) ayuda al paciente a comprender el origen de las sensaciones, a modificar pensamientos distorsionados y a recuperar la conexión con el cuerpo. Las técnicas de grounding (enraizamiento) también se utilizan para anclar la atención en el presente, por ejemplo, concentrarse en sensaciones físicas, sonidos o texturas del entorno.

En algunos casos, se emplean antidepresivos o ansiolíticos, especialmente si el trastorno está asociado con ansiedad o depresión. Sin embargo, los medicamentos por sí solos no suelen eliminar completamente los episodios, por lo que se recomienda combinarlos con psicoterapia.

El pronóstico varía: algunas personas experimentan una mejoría significativa con tratamiento, mientras que otras pueden tener recaídas en momentos de estrés. Aun así, comprender el trastorno y aprender a gestionarlo permite recuperar la estabilidad y reducir el miedo que lo acompaña.

En términos psicológicos, la despersonalización es un recordatorio de cómo la mente humana puede separarse de la experiencia para protegerse del dolor. No significa locura ni pérdida definitiva de identidad, sino una reacción extrema ante situaciones emocionales abrumadoras. Con apoyo profesional, paciencia y técnicas adecuadas, es posible volver a sentirse uno mismo, reconectarse con el cuerpo y recuperar la sensación de estar verdaderamente presente.

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